Hay platos que cuentan más que una receta. Platos que huelen a mar, a fuego lento y a historias compartidas.
El arroz a banda es uno de ellos.
Nació aquí, en el Grao de Castellón, entre redes, barcas y amaneceres salados. Dicen los más viejos del puerto que los marineros cocinaban con lo que el mar les dejaba tras la faena: pescados humildes, cabezas, espinas, todo lo que no se vendía en la lonja. Con eso hacían un caldo potente, lleno de sabor y vida. Primero se comía el guiso, con patatas y alioli, y después venía el arroz… cocinado “a banda”, aparte, pero con el alma del mar dentro.
Con el paso de los años, ese plato marinero dejó de ser comida de barca para convertirse en orgullo de restaurante, y en cada cocina del Grao se empezó a escribir su propia versión. Algunos le añaden rape o sepia, otros prefieren mantener la receta más pura. Lo importante es que el respeto por el producto sigue intacto.

Hoy, el arroz a banda es parte de la identidad del Grao.
Es el sabor que une a generaciones, el que se come en familia los domingos o se ofrece a quien viene de fuera para enseñar lo que somos: gente de mar, de fuego y de memoria.
Durante las XVI Jornadas Gastronómicas del Arroz a Banda, ese espíritu vuelve a sentirse en cada mesa. En cada cazuela se mezcla el rumor del puerto, el brillo de los pescados recién llegados y el cariño de los cocineros que entienden que la tradición no está para guardarla, sino para cocinarla una y otra vez.
Caminar por el paseo marítimo en estos días es oler a arroz tostado, escuchar el tintineo de las copas y sentir que el mar, aquí, no solo se mira: se come.
El Grao sigue siendo ese rincón donde la historia marinera se sirve caliente y el Mediterráneo se saborea a cucharadas.
Y mientras haya fuego, barcas y ganas de compartir mesa, el arroz a banda seguirá siendo mucho más que un plato: será nuestra forma de contar quiénes somos.


